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viernes, 2 de septiembre de 2011

U. Eco. "El nombre de la rosa!"


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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 260-72 | Added on Thursday, April 14, 2011, 09:19 AM
Los franciscanos que yo había conocido en Italia y en mi tierra eran hombres Simples, a menudo iletrado, y la sabiduría de Guillermo me sorprendió. Pero él me explicó sonriendo que los franciscanos de sus islas eran de otro
cuño: «Roger Bacon, a quien venero como maestro, nos ha enseñado que algún día el plan divino pasará por la ciencia de las máquinas, que es magia natural y santa. Y un día por la fuerza de la naturaleza se podrán fabricar
instrumentos de navegación mediante los cuales los barcos navegarán único homine regente, y mucho más aprisa que los impulsados por velas o remos; y habrá carros "ut sine animali moveantur cum impetu inaestimabili, et instrumenta volandi et horno sedens in medio instrumenti revolvens aliquod ingenium per quod alae artificialiter compositae aerem verberent, ad modum avis volantis'. E instrumentos pequeñísimos capaces de levantar pesos inmensos, y vehículos para viajar al fondo del mar.» Cuando le pregunté dónde existían esas máquinas, me dijo que ya se habían fabricado en la antigüedad, y que algunas también se habían podido construir en nuestro tiempo: «Salvo
el instrumento para volar, que nunca he visto ni sé de nadie que lo haya visto, aunque conozco a un sabio que lo ha ideado. También pueden construirse puentes capaces de atravesar ríos sin apoyarse en columnas ni en
ningún otro basamento, y otras máquinas increíbles. No debes inquietarte porque aún no existan, pues eso no significa que no existirán. Y yo te digo que Dios quiere que existan, y existen ya sin duda en su mente, aunque mi
amigo de Occam niegue que las ideas existan de ese modo, y no porque podamos decidir acerca de la naturaleza divina, sino, precisamente, porque no podemos fijarle límite alguno.» Esta no fue la única proposición contradictoria que escuché de sus labios: sin embargo, todavía hoy, ya
viejo y más sabio que entonces, no acabo de entender cómo podía tener tanta confianza en su amigo de Occam y jurar al mismo tiempo por las palabras de Bacon, como hizo en muchas ocasiones. Pero también es verdad que aquellos
eran tiempos oscuros en los que un hombre sabio debía pensar cosas que se contradecían entre sí.


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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 932-38 | Added on Friday, April 15, 2011, 11:13 AM
-Hay una sola cosa que excita a los animales más que el placer: el dolor.Cuando te torturan sientes lo mismo que cuando estás bajo los efectos delas hierbas capaces de provocar visiones. Todo lo que has oído contar, todo
lo que has leído, vuelve a tu cabeza, como si estuvieses arrobado, pero no en un rapto celeste, sino infernal. Cuando te torturan no dices sólo lo que quiere el inquisidor sino también lo que imaginas que puede producirle placer porque se establece un vínculo (éste Sí verdaderamente diabólico) entre tú y él... Son cosas que conozco bien, Ubertino, pues yo mismo formé parte de esos grupos de hombres que creen que la verdad puede obtenerse
mediante el hierro al rojo vivo. Pues bien, has de saber que la incandescencia de la verdad procede de una llama muy distinta. Cuando lo torturaban, Bentivenga puede haberte dicho las mentiras más absurdas, porque ya no era él quien hablaba, sino su lujuria, los demonios de su alma.

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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 1209-83 | Added on Tuesday, April 19, 2011, 10:52 AM
Se trataba de un salterio en cuyos márgenes podía verse la imagen de un mundo invertido respecto al que estamos habituados a percibir. Como si en el umbral de un discurso que, por definición, es el discurso de la verdad se
desplegase otro discurso profundamente ligado a aquel por sorprendentes alusiones in aenigmate, un discurso mentiroso que hablaba de un mundo patas arriba, donde los perros huían de las liebres y los ciervos cazaban leones.
Cabecitas con garras de pájaro, animales con manos humanas que les salían del lomo, cabezas de cuya cabellera surgían pies, dragones cebrados, cuadrúpedos con cuellos de serpiente llenos de nudos inextricables, monos con cuernos
de ciervo, sirenas con forma de ave y alas membranosas insertas en la espalda, hombres sin brazos y con otros cuerpos humanos naciéndoles por detrás como jorobas, y figuras con una boca dentada en el vientre, hombres
con cabeza de caballo y caballos con piernas de hombre, peces con alas de pájaro y pájaros con cola de pez, monstruos de un solo cuerpo y dos cabezas o de una sola cabeza y dos cuerpos, vacas con cola de gallo y alas de
mariposa, mujeres con la cabeza escamada como el lomo de un pez, quimeras bicéfalas entrelazadas con lib‚lulas de morro de lagartija, centauros, dragones, elefantes, mantícoras, seres con pies enormes acostados en ramas
de árbol, grifones de cuya cola surgía un arquero en posición de ataque, criaturas diabólicas de cuello interminable, series de animales antropomorfos y de enanos zoomorfos que se mezclaban, a veces en la misma
página, en una escena campestre, donde se veía representada, con tanta vivacidad que las figuras daban la impresión de estar vivas, toda la vida del campo, labradores, recolectores de frutas, cosechadores, hilanderas,sembradores, junto a zorros y garduñas armadas con ballestas que trepaban por las murallas de una ciudad defendida por monos. Aquí una L inicial cuya rama inferior engendraba un dragón; allá una V de verba, lanzaba como
zarcillo natural de su tronco una serpiente de mil volutas, de las que surgían a su vez otras serpientes cual pámpanos y corimbos. Junto al salterio
había un exquisito libro de horas, acabado evidentemente hacía poco, de dimensiones tan pequeñas que hubiera podido caber en la palma de la mano.
Las letras eran reducidísimas y las miniaturas de los márgenes apenas podían percibirse a simple vista: el ojo debía acercarse a ellas para descubrir toda su belleza (uno se preguntaba con qué instrumento sobrehumano las
había pintado el miniaturista para conseguir efectos de tal vivacidad en un espacio tan exiguo). Los márgenes del libro estaban totalmente invadidos por figuras diminutas que surgían, casi como desarrollos naturales, de las
volutas en que acababa el espléndido dibujo de las letras: sirenas marinas, ciervos espantados; quimeras, torsos humanos sin brazos; que surgían como lombrices del cuerpo mismo de los versículos. En un sitio, como una especie
de continuación de los tres Sanctus, Sanctus, Sanctus, repetidos en tres líneas diferentes, se veían tres figuras animalescas con cabezas humanas, dos de las cuales aparecían torcidas hacia arriba y hacia abajorespectivamente para unirse en un beso que no habría dudado en calificar de inverecundo si no hubiese estado convencido de que, aunque no evidente, debía existir una profunda justificación espiritual para que aquella imagen
figurara en ese sitio. Examiné aquellas páginas dividido entre la admiración sin palabras y la risa, porque, aunque comentasen textos sagrados, las figuras movían necesariamente a la hilaridad. Por su parte, frayGuillermo
las miraba sonriendo, y comentó : -Babewyn, así los Llaman en mis islas. - Babouins, como los llaman en las Galias -dijo Malaquías-. Y, en efecto, Adelmo aprendió su arte en vuestro país, aunque después estudiase también en Francia. Babuinos, o sea monos africanos. Figuras de un mundo invertido,donde las casas están apoyadas en las puntas de las agujas y la tierra aparece por encima del cielo. Recordé unos versos que había escuchado en la lengua vernácula de mi tierra, y no pude dejar de recitarlos: Aller Wunder si geswigen, das herde himel hat überstigen, daz sult ir vür ein Wunder wigen. Y Malaquías continuó, citando el mismo texto: Erd ob un himel unter
das sult ir hân besunder. Vür aller Wunder ein Wunder. -Sí, estimado Adso - continuó el bibliotecario-, estas imágenes nos hablan de aquella región a la que se llega cabalgado sobre una oca azul, donde se encuentran gavilanes pescando en un arroyo, osos que persiguen halcones por el cielo, cangrejos que vuelan con las palomas, y tres gigantes cogidos en una trampa, mientras
un gallo los ataca a picotazos. Una pálida sonrisa iluminó sus labios.
Entonces, los otros monjes, que habían seguido la conversación en actitud másbien tímida, se echaron a reír libremente, como si hubiesen estado esperando la autorización del bibliotecario. Este volvió a ponerse sombrío, mientras los otros seguían riendo, alabando la habilidad del pobre Adelmo y mostrándose unos a otros las figuras más inveroSímiles. Y fue entonces, mientras todos seguían riendo, cuando escuchamos a nuestras espaldas una
voz, solemne y grave: -Verba vana aut risui apta non loqui. Nos volvimos.
E1 que acababa de hablar era un monje encorvado por el peso de los años, blanco como la nieve; no me refiero sólo al pelo sino también al rostro, y a las pupilas. Comprendí que era ciego. Aunque el cuerpo se encogía ya por
el peso de la edad, la voz seguía siendo majestuosa, y los brazos y manos poderosos. Clavaba los ojos en nosotros como si nos estuviese viendo, y siempre, también en los días que siguieron, lo vi moverse y hablar como si
aún poseyese el don de la vista. Pero el tono de la voz, en cambio, era el de alguien que sólo estuviese dotado del don de la profecía. -E1 hombre que estáis viendo, venerable por su edad y por su saber -dijo Malaquías a
Guillermo señalando al recién llegado-, es Jorge de Burgos. Salvo Alinardo da Grottaferrata, es la persona de más edad que vive en el monasterio, y son muchísimos los monjes que le confían la carga de sus pecados en el secreto de la confesión –se volvió hacia el anciano y dijo-. El que está ante vos es fray Guillermo de Baskerville, nuestro huésped. -Espero que mis palabras no
os hayan irritado –dijo el viejo en tono brusco-. He oído a unas personas que reían de cosas risibles y les he recordado uno de los principios de nuestra regla. Y, como dice el salmista, si el monje debe abstenerse de los
buenos discursos por el voto de silencio, con mayor razón debe sustraerse a los malos discursos. Y así como existen malos discursos existen malas imágenes. Y son las que mienten acerca de la forma de la creación y muestran
el mundo al revés de lo que debe ser, de lo que siempre ha sido y, de lo que seguirá siendo por los siglos de los siglos hasta el fin de los tiempos.
Pero vos venís de otra orden, donde me dicen que se ve con indulgencia incluso el alborozo más inoportuno. Aludía a lo que comentaban los benedictinos de las extravagancias de San Francisco de Asís, y quizá también de las extravagancias atribuidas a los fraticelli y a los espirituales detoda laya que constituían los retoños más recientes y más incómodos de la orden franciscana. Pero fray Guillermo fingió no haber comprendido la insinuación. -Las imágenes marginales suelen provocar sonrisas, pero tienen una finalidad edificante -respondió-. Así como en los sermones para estimular la imaginación de las muchedumbres piadosas es pertinente insertar exempla, muchas veces divertidos, también el discurso de las imágenes debe permitirse estas nugae. Para cada virtud y para cada pecado puede hallarseun ejemplo en los bestiarios, y los animales permiten representar el mundo
de los hombres. -¡Oh, sí! -se burló el anciano, pero sin sonreír-, toda imagen es buena para estimular la virtud, para que la obra maestra de la creación, puesta patas arriba, se convierta en objeto de risa. ¡Así la
palabra de Dios se manifiesta en el asno que toca la lira, en el cárabo que ara con el escudo, en los bueyes que se uncen solos al arado, en los ríos que remontar sus cursos, en el mar que se incendia, en el lobo que se vuelve eremita! ¡Salid a cazar liebres con los bueyes, que las lechuzas os enseñen la gramática, que los perros muerdan a las pulgas, que los ciegos
miren a los mudos y que los mudos pidan pan, que la hormiga saque a pastar al ternero, que vuelen los pollos asados, que las hogazas crezcan en los techos, que los papagayos den clase de retórica, que las gallinas fecunden a los gallos, poned el carro delante de los bueyes, que el perro duerma en la cama y que todos caminen con las piernas en alto! ¿Qué quieren todas estas nugae? ¡Un mundo invertido y opuesto al que Dios ha establecido, so
pretexto de enseñar los preceptos divinos! -Pero el Areopagita enseña -dijocon humildad Guillermo- que Dios sólo puede ser nombrado a través de las cosas más deformes. Y Hugue de Saint Victor nos recordaba que cuanto más disímil es la comparación, mejor se revela la verdad bajo el velo de figuras horribles e indecorosas, y menos se place la imaginación en el goce carnal, viéndose así obligada a descubrir los misterios que se ocultan bajo la
torpeza de las imágenes. . . -¡Conozco ese argumento! Y admito con vergüenza que ha sido el argumento fundamental de nuestra orden en la época en que los abades cluniacenses luchaban con los cistercienses. Pero San Bernardo tenía razón: poco a poco el hombre que representa monstruos y portentos de la naturaleza para realzar las cosas de Dios per speculum et in aenigmate
se aficiona a la naturaleza misma de las monstruosidades que crea y se deleita en ellas y por ellas y acaba viendo sólo a través de ellas. Basta con que miréis, vosotros que aún tenéis vista, los capiteles de vuestro claustro -y señaló con la mano hacia fuera de las ventanas, en dirección a la iglesia-, ¿qué significan esas monstruosidades ridículas, esas hermosuras deformes y esas deformidades hermosas, desplegadas ante los ojos de los
monjes consagrados a la meditación? Esos monos sórdidos. Esos leones, esos centauros, esos seres semihumanos con la boca en el vientre, con un solo pie, con orejas en punta. Esos tigres de piel jaspeada, esos guerreros luchando, esos cazadores que soplan el cuerno, y esos cuerpos múltiples con una sola cabeza y esas muchas cabezas con un solo cuerpo. Cuadrúpedos con cola de serpiente, y peces con cabeza de cuadrúpedo, y aquí un animal que
por delante parece caballo y por detrás macho cabrío, y allá un equino con cuernos y ¡ea! al monje ya le agrada más leer los mármoles qué los manuscritos, y admira las obras del hombre en lugar de meditar sobre las
leyes de Dios. ¡Vergüenza deberíais sentir por el deseo de vuestros ojos y por vuestras sonrisas!
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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 1383-96 | Added on Tuesday, April 19, 2011, 08:17 PM
-Sin duda, puedes hablar de magia en estos casos -admitió Guillermo-. Pero hay dos clases de magia. Hay una magia que es obra del diablo y que se propone destruir al hombre mediante artificios que no es lícito mencionar.
Pero hay otra magia que es obra divina, ciencia de Dios que se manifiesta a través de la ciencia del hombre, y que sirve para transformar la naturaleza, y uno de cuyos fines es el de prolongar la misma vida del hombre. Esta última magia es santa, y los sabios deberán dedicarse cada vez
más a ella, no sólo para descubrir cosas nuevas, sino también para redescubrir muchos secretos de la naturaleza que el saber divino ya había revelado a los hebreos, a los griegos, a otros pueblos antiguos e, incluso hoy, a los infieles (¡no te digo cuántas cosas maravillosas de óptica y ciencia de la visión se encuentran en los libros de estos últimos!). Y la ciencia cristiana deber recuperar todos estos conocimientos que poseían los paganos y poseen los infieles tamquam ab iniustis possessoribus. -Pero, ¿por qué los que poseen esa ciencia no la comunican a todo el pueblo de Dios? - Porque no todo el pueblo de Dios está preparado para recibir tantos secretos, y a menudo ha sucedido que los depositarios de esta ciencia
fueron confundidos con magos que habían pactado con el diablo, pagando con
sus vidas el deseo que habían tenido de compartir con los demás su tesoro de
conocimientos. Yo mismo, durante los procesos en que se acusaba a alguien
de mantener comercio con el diablo, tuve que evitar el uso de estas lentes,
y recurrí a secretarios dispuestos a leerme los textos que necesitaba
conocer, porque, en caso contrario, como la presencia del demonio era tan
ubicua que todos respiraban, por decirlo así, su olor azufrado, me habrían
tomado por un amigo de los acusados. Además, como advertía el gran Roger
Bacon, no siempre los secretos de la ciencia deben estar al alcance de
todos, porque algunos podrían utilizarlos para cosas malas.
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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 1813-15 | Added on Thursday, April 21, 2011, 12:19 PM
Nunca como en nuestros días se han alzado, en medio de las procesiones de
flagelantes, alabanzas más intensas, inspiradas en los dolores de Cristo y
de la Virgen; nunca como hoy se ha insistido en excitar la fe de los
simples describiéndoles las penas del infierno.
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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 1942-46 | Added on Thursday, April 21, 2011, 12:40 PM
En los tiempos áureos de la orden, una abadía benedictina era el sitio desde
donde los pastores vigilaban el rebaño de los fieles. Aymaro quiere que se
vuelva a la tradición. Pero la vida del rebaño ha cambiado, y para volver a
la tradición (a la gloria y al poder de otros tiempos) la abadía debe
aceptar que el rebaño ha cambiado, y para ello debe cambiar. Y como hoy en
este país el rebaño no se domina con las armas ni con el esplendor de los
ritos, sino con el control del dinero, Aymaro quiere que el conjunto de la
abadía, incluida la biblioteca, se conviertan en un taller, en una fábrica de
dinero.
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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 2036-46 | Added on Thursday, April 21, 2011, 10:36 PM
-E1 ánimo sólo está sereno cuando contempla la verdad y se deleita con el bien
que ha realizado, y la verdad y el bien no mueven a risa. Por eso Cristo no
reía. La risa fomenta la duda. -Pero a veces es justo dudar. -No veo por
qué debiera serlo. Cuando se duda hay que acudir a una autoridad, a las
palabras de un padre o de un doctor, y entonces desaparece todo motivo de
duda. Me parece que estáis impregnado de doctrinas discutibles, como las de
los lógicos de París. Pero San Bernardo, con su es así y no es así, supo
oponerse al castrado Abelardo, que quería someter todos los problemas al
examen frío y sin vida de una razón no iluminada por las Escrituras. Sin
duda, el que acepta esas ideas peligrosísimas también puede valorar el
juego del necio que ríe de aquello cuya verdad, denunciada ya de una vez
para siempre, debe ser el objeto único de nuestro saber. Y así, al reír, el
necio dice implícitamente: “Deus non est”. -Venerable Jorge -dijo Guillermo-
, creo que sois injusto cuando tratáis de castrado a Abelardo, porque sabéis
que fue la iniquidad ajena la que lo sumió en esa triste condición. -Fueron
sus pecados. Fue la soberbia de su confianza en la razón humana. Así la fe
de los simples fue escarnecida, los misterios de Dios desentrañados (mejor
dicho, se intentó desentrañarlos, ¡necios quienes lo intentaron!), abordadas
con temeridad cuestiones relativas a las cosas más altas, escarnecidos los
padres por haber considerado que no eran respuestas sino consuelo lo que
esas cuestiones requerían.
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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 2361-64 | Added on Friday, April 22, 2011, 12:23 PM
La vida de los simples, Abbone, no está iluminada por el saber y el sentido
agudo de las distinciones, propios de los hombres sabios como nosotros.
Además, es una vida obsesionada por la enfermedad y la pobreza, y por la
ignorancia, que les impide expresarlas en forma inteligible. A menudo, para
muchos de ellos, la adhesión a un grupo herético es sólo una manera como
cualquier otra de gritar su desesperación.
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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 2373 | Added on Friday, April 22, 2011, 12:26 PM
Los simples son carne de matadero: se los utiliza cuando sirven para
debilitar al poder enemigo, y se los sacrifica cuando ya no sirven.
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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 2807-18 | Added on Saturday, April 23, 2011, 08:24 PM
La abadía donde me encontraba era, quizás la última capaz de alardear por la
excelencia en la producción y reproducción del saber. Pero precisamente por
eso sus monjes ya no se conformaban con la santa actividad de copiar:
también ellos, movidos por la avidez de novedades, querían producir nuevos
complementos de la naturaleza. No se daban cuenta, entonces lo intuí
confusamente, y ahora, cargado ya de años y experiencia, lo sé con
seguridad- de que al obrar de ese modo estaban decretando la ruina de lo
que constituía su propia excelencia. Porque si el nuevo saber que querían
producir llegaba a atravesar libremente aquella muralla, con ello
desaparecería toda diferencia entre ese lugar sagrado y una escuela
catedralicia o una universidad ciudadana. En cambio, mientras permaneciera
oculto, su prestigio y su fuerza seguirían intactos, a salvo de la
corrupción de las disputas, de la soberbia cuodlibetal que pretende someter
todo misterio y toda grandeza a la criba del sic et non. Por eso, dije para
mí, la biblioteca está rodeada de un halo de silencio y oscuridad: es una
reserva de saber, pero sólo puede preservar ese saber impidiendo que llegue
a cualquiera, incluidos los propios monjes. El saber no es como la moneda,
que se mantiene físicamente intacta incluso a través de los intercambios más
infames; se parece más bien a un traje de gran hermosura, que el uso y la
ostentación van desgastando. ¿Acaso no sucede ya eso con el propio libro,
cuyas páginas se deshacen, cuyas tintas y oros se vuelven opacos, cuando
demasiadas manos lo tocan?
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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 2934-39 | Added on Saturday, April 23, 2011, 08:46 PM
Entonces me explicó que toda la vida habían oído decir a los predicadores que
los judíos eran los enemigos de la cristiandad y que acumulaban los bienes
que a ellos les eran negados. Yo le pregunté si no eran los señores y los
obispos quienes acumulaban esos bienes a través del diezmo, y si, por
tanto, los pastorcillos no se equivocaban de enemigos. Me respondió que,
cuando los verdaderos enemigos son demasiado fuertes, hay que buscarse
otros enemigos más débiles. Pensé que por eso los simples reciben tal
denominación. Sólo los poderosos saben siempre con toda claridad cuáles son
sus verdaderos enemigos. Los señores no querían que los pastorcillos
pusieran en peligro sus bienes, y tuvieron la inmensa suerte de que los
jefes de los pastorcillos insinuasen la idea de que muchas de las riquezas
estaban en poder de los judíos.
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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 4480-82 | Added on Sunday, April 24, 2011, 11:53 PM
-¿De modo que una biblioteca no es un instrumento para difundir la verdad,
sino para retrasar su aparición? -pregunté estupefacto. -No siempre, ni
necesariamente. En este caso, sí.
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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 5212-16 | Added on Thursday, April 28, 2011, 09:00 AM
Al entrar se pasaba bajo un portal construido según la nueva moda, de arco
ojival, sin decoraciones y rematado por un rosetón. Pero una vez en el
interior se descubría un atrio, reconstruido sobre las ruinas de un viejo
nártex. Y al frente, otro portal, con su arco construido según la moda
antigua, y su tímpano de media luna admirablemente esculpido. Debía de ser
el portal de la iglesia destruida. Las esculturas del tímpano eran tan
bellas, pero no tan inquietantes, como las de la iglesia actual.
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El nombre de la rosa - Umberto Eco (Kzeres@telefonica.net)
- Highlight Loc. 5233-36 | Added on Thursday, April 28, 2011, 09:08 AM
Estos y otros prodigios estaban esculpidos en aquel portal. Pero ninguno
provocaba inquietud, porque no estaban allí para significar los males de
esta tierra o los tormentos del infierno, sino para mostrar que la buena
nueva había llegado a todas las tierras conocidas y se estaba extendiendo a
las desconocidas, y por eso el portal era una jubilosa promesa de
concordia, de unidad alcanzada a través de la palabra de Cristo, de
esplendorosa ecumene.

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